Hoy en día, y según apunta en esta entrevista el especialista en
marketing y comunicación infantil Miguel González-Durán, el mercado español
cuenta con seis millones de niños y adolescentes, “un pequeño segmento de la
población con dinero propio e influencia en la compra del hogar” que, a pesar
de su corta edad, es un consumidor complejo y exigente. González-Durán es
director de Arista Kids, área especializada en niños y adolescentes de la
agencia de publicidad Arista, y acaba de publicar el libro El rey de la casa: por qué los niños deciden nuestra compra.
¿Cómo son los niños de hoy en día?
Esta es una pregunta con tantas respuestas como segmentaciones de edad. Los
niños actuales tienen una capacidad innata de aprendizaje en la esfera
tecnológica: son grandes expertos en el lenguaje multimedia; tienen una
capacidad enorme de vehicular y discursar sobre aquello que les entusiasma, les
motiva o les gusta; y, además de su cultura multimedia y su habilidad en el uso
de las nuevas tecnologías, tienen un conocimiento útil mucho más amplio que las
generaciones anteriores, poseen capacidad adquisitiva propia y cuentan, como
nunca, en las decisiones familiares.
¿Y los niños como consumidores?
Al niño se le empieza a considerar consumidor a partir de los 4 años, pues
antes de esa edad los productos que consumen tienen como público objetivo a sus
padres.
El mercado infantil se ha consolidado y se ha convertido en un foco de atención:
en España, 6 millones de niños y adolescentes se han convertido en un “pequeño
segmento” de la población con dinero propio de bolsillo e influencia en la
compra del hogar. Donde hay niños el gasto aumenta y, para ellos, consumir o
representar el rol de consumo, a imitación de los padres, es un juego y el
juego es en sí un mecanismo de crecimiento.
Se dice que los niños son los consumidores más
exigentes. ¿Qué efectos tiene esto sobre la comunicación comercial de sus
productos?
Los niños en la actualidad son tres consumidores en uno: consumidor de
influencia, consumidor de futuro y consumidor con gasto propio. Si a esto le
añadimos los 20.000 impactos publicitarios anuales que reciben, más el
protagonismo que tienen y quieren tener en el hecho de la compra, veremos que
no es fácil dar gato por liebre y pensar que al niño solo se le venden
golosinas: el niño es un consumidor exigente porque tiene información,
participa de las decisiones de compra del hogar y tiene capacidad de validación
y de constatar lo que le gusta y lo que no le gusta. Y, por supuesto, a los
niños no les gusta que le mientan.
Todo esto tiene una relación directa sobre la comunicación, que tiene que ser
veraz, animosa, clara, un pelín trasgresora y divertida. Todo producto que
desee empatizar con el consumidor infantil debe ser consciente de sus
aspiraciones, así como del conocimiento y segmentación correcta del target
infantil, ya que el público infantil no es único, sino que en él se dan la
primera infancia, segunda infancia, preadolescencia y adolescencia; y, cada una
de estas etapas necesita un estilo de comunicación adecuado a las
características de los mismos.
En la coyuntura económica actual, en la que la
capacidad adquisitiva de muchas familias está disminuyendo.
Efectivamente, el presupuesto familiar está sufriendo moderaciones y
transformaciones en el modelo de compra, en el lugar de compra y en la marca
que se compra. En el caso de los niños, también perciben la crisis: de manera
diferente que los adultos, pero también la viven y la sienten. Y son ellos
mismos los que en muchas ocasiones colaboran con la familia en el recorte de
caprichos. Pero habría que destacar que en los recortes del presupuesto
familiar, la partida que menos sufre es la relacionada con la salud, la
educación y la felicidad del menor: a veces, la compra de un juguete es un
símbolo de felicidad plena.
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